lunes, 6 de agosto de 2012

BUENOS DÍAS PRINCESA. CAPÍTULO 3.


No puede ser. ¿Cómo va a gustarle Rául?¿Desde cúando? Valeria camina por la calle en silencio. Se limita a sonreír cuando Eli le comenta algo. Pero se le han quitado las ganas de todo. Su amiga va a declararse al chico del que ella misma está perdidamente enamorada desde hace tanto tiempo.
Se acabó. Ya no hay nada que hacer. En el momento en que ella le diga que quiere ser su novia, el otro no podrá resistirse.
—Nenca, ¿te pasa algo?
—¿Qué?
La chica observa a su amiga y, de nuevo, sonríe.
—Que si te ocurre algo —insiste Elísabet—. Es como si cuando te hablara no te enteraras de nada de lo que te digo. No me haces ni caso.
—Eso no es cierto.
—¿Qué no? ¡Acabo de decirte que se te el tanga y has sonreído y me has dicho que sí con la cabeza!
—¿Cómo?¿Se que se me ve el...? —pregunta Valeria, muerta de vergüenza, mientras echa un vistazo hacia atrás y se sube la falda vaquera—. Pero si llevo bra...
—¡Es mentira, nena! ¡No se te ve nada! —grita Eli interrumpiéndola y dándole un toquecito con el dedo en la nariz—. Es para que veas que estás en la parra. ¿Qué pasa?¡Cuéntamelo!
¿Que se lo cuente?Sí, claro.¿Cómo le explica que está enamorada del tío al que ella va a declararse esta noche?
—No me hagas mucho caso. Estoy un poco...no sé.
—¿No será por lo del vaquero?
—¿Qué vaquero?
—El mío. El pantalón de Stradivarius que no te ha entrado.
Buena excusa. No se le había ocurrido.
—Me has pillado —miente—. Estoy preocupada.
—¿Por tu peso?
—Por mi peso, por mi culo, mis caderas...He engordado mucho durante estos meses por culpa del aparato.
—Mira que eres rara. Todo el que se pone aparado adelgaza, porque no puede comer bien.
—Y yo voy, y engordo. Si es que...
—Pero tampoco se nota, nena. Yo te veo bien.
—No sé.
—Estás muy bien. De verdad. No le dés más vueltas —la anima a Elia detenerse frente a ella.
La envuelve entre sus brazos. Le da un beso en la mejilla y otro en la frente. Valetia resopla y sonríe. Es una gran amiga, pero lo que a hacer esta noche no sabe si se lo perdonará. Las dos chicas continúan caminando por la Cava de San Miguel y llegan a la calle Mayor. Hay mucha gente, está abarrotada.
—¿Desde cuánto te gusta Rául? —pregunta Valeria titubeante.
—No lo sé.
—No —confirma Eli sonriente—. Imagino que siempre me ha gustado.

Y entonces ¿por qué tiene una lista de rollos interminable? Valeria no comprende nada de nada. A ella sí que le gusta de verdad. Lo ama. Lo quiere. Y por eso se ha reservado para él.
—Tal vez sólo sea un cuelgue pasajero.
—No. Creo que Raúl es el tío de mi vida. O puede serlo.
—¡Pero si ni siquiera sabes desde cúando te gusta!
—¿Y que importa eso?
—Bueno...no sé.
—Eso no tiene importancia, nena. Raúl siempre ha sido un gran amigo y un apoyo para mí. Lo quiero desde que lo conocí. Pero hasta hace unos días no me ha dado cuenta de que realmente me gustaría tener algo más con él. No sólo ser amigos. Son cosas que pasan, ¿no?.
Sopla una ráfaga de viento que despeina un poco a las chicas. Las dos se apartan al mismo tiempo el pelo de la cara.
—Imagino que sí.
—Además, estaba medio liado con la tía esa. La estúpida de Beatriz Montarroso. ¡Menuda capulla...! Y hasta que han pasado unos días desde que rompieron, he preferido no hacer nada. ¡Pero hoy es la noche, nena! ¡Hoy es la noche! Demasiadas coincidencias. ¿Habrá leído Elísabet la misma revista que ella?
—Espero que lo consigas —responde Valeria muy seria.
—Yo tambié. Me moriría si no quisiera nada conmigo. Exagerada. Se conocen desde hace un montón de tiempo y ahora se da cuenta de que le gusta. ¿Y dice que se monriría si la rechaza?¡Su amiga es una melodramática!
—No creo que Raúl te diga que no. Los dos sois amigos, muy guapos, os conocéis bien...Haréis buena pareja.
—¿Tú crees?
—Sí.
Su afirmación llega en un susurro triste.Agacha la cabeza y continúa andando hacia Sol. Eli sonríe a su lado. Su mirada alegre se pierde entre el barullo de gente que va y viene por todas partes. Sueña con una bonita historia de amor. No sabe muy bien cómo ha llegado a la conclusión de que si amigo es el chico perfecto para ella. El idel para dejar atrás las aventuras pasajeras, los rollos con niños que sólo van a lo que van. Raúl es el tío que necesita para dar un paso adelante con su madurez. Ya no es una cría. Ni tampoco una chica que va de flor en flor. ¡Eso se acabó! Y quiere demostráselo a todo el mundo.
—¡Allí están Meri y Ester! —grita Eli cuando llegan a la plaza del Sol.
Las dos se encuentran al lado del escaparate de libros del El Corte Inglés. Sonríen cuando ven a sus amigas y se acercan de prisa hacia ellas. Llueven besos y abrazos por parte de las cuatro y piropor a la portadora del vestido blanco de cumpleaños.
—¡Vosotras si que estáis guapas! —exclama la morena del flequillo en forma de cortinilla para frenar tanto halado hacia ella—. ¿Vais de caza esta noche o qué?
—¡Vamos a por todas! —exclama Eli después de un sonoro grito.
María y Valeria se miran y se sonríen con timidez. Ellas parecen menos felices que sus dos amigas. Cada una por un motivo diferente y que el resto desconoce.
—¿Y los chicos?
—¡Siempre llegan tarde! —protesta Eli, ansiosa. Tiene muchas ganas de ver a uno de ellos.
—Y luego dicen de nosotras.
—Son un desastre. Estoy convencida de que Raúl se ha pasado dos horas delante del espejo peinándose.
—Y Bruno seguro que llega tarde porque no hay quien le despegue de la Play —señala Ester sonriendo.
—Para variar.
—Pobrecillo, no os metáis con él.
—¡No lo defiéndas, Meri!¡Es la verdad! —exclama Eli queno deja de buscar a alguien entre la multitus que se agolpa en Sol.
—No lo entiendo.
Sí lo hace. María siempre se lo perdona todo. Ha dado la cara por él en multitud de ocasiones. Cuando ha faltado a alguna reunión, cuando no se ha presentado a su hora, cuando ha metido la pata...siempre se ha puesto de su parte.
—Si no estuvieras pillada por él, seguro que no lo defenderías tanto ¿cuándo vas a decirle algo?
—No estoy pillada por él —responde azorada.
—No pasa nada, Meri. Si te gusta, pues te gusta —añade Eli—. Somos tus amigas, te apoyamos.
El rostro aniñado de María enrojoce a gran velocidad. Mira hace otro lado y suspira.
—Venga, déjala en paz. Si no quiere decir nada, pues que no lo diga —interviene Valeria mientras la achucha.
—Nena, en el amor lo mejor es ser sincera y soltar las cosas cuanto antes. Si no, te arriesgas a que venga otra y te lo quite.
La mirada de Valeria fulmina a Elísabet, aunque ésta no lo percibe. ¿Le estará leyendo el pensamiento?¿Se habrá dado cuenta de lo que siente?
—Yo creo que no confesarle tus pensamientos a alguien no significa que no seas sincera.
—¿Ah, no?
—No.
—¿Y qué significa?
—Pues...¿y si no estás segura de que ese chica vaya a querer algo contigo y quedas en ridícula al confesárselo?
—Eso son tonterías. Si un tío no quiere algo contigo, pues ya habrá otro que sí quiera. Pero, si no se lo dices, ¿cómo vas a saberlo?
—Me quedaría sin saberlo.
—¿Por qué?
—¿Por miedo al rechazo?
—¿Miedo al rechazo?¡Bah! Somos nosotras las que tenemos la sartén por el mango, nena. Si tú quieres una relación, un lío o cualquier cosa con un tío, tienes que decírselo. María y Ester observan curiosas la conversación entre sus amigas. ¿Se han perdido algo?
—No es tan sencillo. Tu estás buena y puedes conseguir al tío que quieras.
—Yo no quiero a un tío cualquiera.
—No he dicho eso, Eli. Digo que es más sencillo para ti que para las demás.
—Creo que todas nosotras, si queremos a alguien, podemos conseguirlo. Si se lo decimos...Si no lo hacemos, como Meri, nunca lo sabremos. Porque vamos de listas si esperamos a que ellos se decidan. ¡Los tiempos han cambiado, niñas!
Las palabras de Elísabet hacen pensar a las otras tres. Puede que esté en lo cierto, pero no es tan fácil. El amor no es nada fácil, y las relaciones a su edad son muy complicadas.
—¡Hola, chicas!¿Lleváis mucho tiempo esperando?
Las cuatro miran hacia el lugar del que proviene la luz. Un chico alto, sonriente, perfectamente peinado y muy bien vestido, y uno bastante más bajo, con el pelo alborotado y una sudadera roja que le está algo grande, se dirigan hacia ellas.
Por fin han llegado Raúl y Bruno.
—¡Dos horas! —grita Eli, que es la primera que recibe a su amigo con dos besos y un abrazo. Su mirada se detiene durante un segundo en los ojos del chico de la camisa azul, que responde con una sonrisa.
—Exagerada...
Y la obsequia con un nuevo beso en la frente anfe la atenta mierda de Valeria, que siente una punzada dentro del pecho. Es una situación incómoda. Desagradable. Y le duele. Sí, le duele que le bese en la frente. Y que la abraze. Y que sus ojos hayan coincidido en el mismo instante en media de tanta gente. Como si sólo existieran ellos dos. Le duele mucho.
¿Y si se marcha a casa? No, no puede hacerlo. Son sus amigos. Tendrá que aguantar todo lo que se le venga encima. No será nada fácil.
Pero la noche acaba de empezar. Y las próximas horas les depararán situaciones sorprendentes y totalmente inesperadas.

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