martes, 24 de julio de 2012

BUENOS DÍAS PRINCESA. CAPÍTULO 2.


Suena un pitido. Alguien le ha escrito a la BlackBerry. Raúl corre hasta su cama, donde la dejó antes, y examina la pantalla. Es Ester. Le pregunta por los carnés. El teclado táctil ya no es un problema, como al principio, y contesta a toda velocidad.

Todo OK. Está arreglado. Nos vemos luego.

Sonriente, regresa al cuarto de baño y se contempla en el espejo. Se abrocha el último botón de la camisa azul que llevará esa noche y se echa un poco de Hugo Boss en el cuello. También en las muñecas. Aspira el aroma de la fragancia para comprobar que no se ha quedado corto. Un poco más le irá bien. Luego, con sumo cuidado, se arregla el pelo con un cepillo especial y el soplo de aire caliente del secador para que quede justo como él quiere. Se guiña un ojo a sí mismo y asiente conforme. ¡Listo! Sale del baño canturreando un tema de Maldita Nerea y se acerca hasta la mesa en la que guarda el dinero. Sin embargo, una tos que proviene de la puerta de la habitación le desvela que no está solo.
—¿Qué hacéis aquí? —pregunta al tiempo que se Dos niñas rubísimas, idénticas, con pijamas idénticos aunque de diferente color, lo miran muy serias.
—Mamá nos ha dicho que te digamos que no vuelvas muy tarde —comenta la que va vestida de rosa.
—¿Y por qué no me lo dice ella misma?
—Creo que se ha cansado de decirte las cosas.
Raúl se encoge de hombros y se da la vuelta. Sus hermanas gemelas no son precisamente un alarde de expresividad. Ni Bárbara ni Daniela. También a ellas les afectó lo de su padre. Han crecido muy de prisa y su forma de pensar y
de actuar es diferente de la del resto de niñas de su edad. Si no fuera porque miden menos de un metro cuarenta, nadie diría que apenas han sobrepasado los once años. El chico se vuelve nuevamente al sentir todavía la presencia de las dos pequeñas.
—¿Queréis algo más?
—Sí. El portátil —responde la del pijama rojo.
—¿Para qué?
—Para bajarnos el capítulo de esta semana de «El Barco».
—No comprendo qué le veis a esa serie.
—Es la mejor serie del mundo.
—Es porque sale Mario Casas, ¿verdad? Las dos niñas enrojecen y murmuran algo entre ellas sin que Raúl pueda entender lo que mascullan. ¡Vaya dos! El joven se aproxima al rincón del dormitorio donde está el ordenador y lo apaga, después de borrar el historial reciente. No le apetece que sus hermanas cotilleen en su vida cibernética privada. Lo desenchufa y se lo entrega a Bárbara.
—Gracias —dicen al unísono y, sin más, corren por elpasillo hacia su cuarto.
De nuevo solo. Respira aliviado. Cada vez le cuesta más trabajo tener intimidad a pesar de que su habitación está provista de cuarto de baño interior y de que sólo sale de allí cuando está en casa para comer y para cenar. Pero Bárbara y Daniela se han hecho mayores. Eso significa que entienden y se enteran de más cosas. Y que se quieren enterar demás. Son insaciables. Poco a poco, él se ha convertido en su principal objetivo. Cuando hace tres semanas cortó con su ex novia, ellas le sorprendieron entre irónicas sonrisillas con un «se veía venir».
¡Se veía venir! ¡Pero qué sabrían aquellas pequeñajas de primaria de relaciones! Sus relaciones... Ése es otro tema complicado. Ninguna ha funcionado. Todas han fracasado estrepitosamente. Y, además, el final siempre ha llegado por decisión suya. Y es que Raúl buscaba, en todos los casos, algo diferente a lo que las chicas con las que estaba deseaban. Con Beatriz, la última, a la que dejó hace unos días, todo acabó mal. Muy mal. Fatal. Pero es que no daba para más.
¿Tendrían razón las gemelas?
¿Se veía venir?
En cualquier caso, esto se va a terminar de una vez portodas. Sí. Estas semanas le han servido para reflexionar y darse cuenta de que va siendo hora de buscar algo más serio. Una relación de verdad. Dejarse de niñerías y comenzar los dieciocho años, que ya llegan, en enero, con una novia de verdad. Una de esas que estás deseando que te llame a cualquier hora del día y que te hace sentir el tío más afortunado del mundo cuando te besa. Alguien que te sorprenda con un «te quiero» y cuya mirada provoque que te falte la respiración. Una novia que merezca ser la protagonista de su película. Porque Raúl tiene un sueño, un gran sueño: ser director de cine. Pero, de momento, no ha encontrado a la musa que lo inspire.
Otra vez el pitido de la BB. Abre el WhatsApp. En esta ocasión es Bruno.

Tío, acabo de ganar a Holanda en los penaltis. ¡Soy campeón del mundo!

Puff. Este chico no tiene remedio. ¿Aún no se está preparando para salir? Luego se queja de que no se come una rosca. Son totalmente diferentes en casi todo. Tienen distintos intereses. Distinta manera de ver la vida. Distinto físico. Sin embargo, Raúl y Bruno son buenos amigos y ambos... pertenecen al Club de los Incomprendidos.
—Raúl ya ha solucionado lo de los carnés.
Un icono amarillo sonriente aparece en la ventana de conversación de Messenger entre Ester y María. Las dos llevan hablando un rato, escribiéndose sin webcams mientras se arreglan para salir.
—Genial.
—Sí. Espero que no nos salgan muy caros.
—Esta mañana dijo que diez euros cada uno.
—Si es diez euros, bien. Pero más no puedo pagar, no tengo más dinero —escribe Ester en su portátil—. Espera un segundo, Meri, que me voy a poner ya el regalo de mis padres. Y me das tu opinión.
—OK.
María suspira y también se levanta de la silla. Se dirige al pequeño tocador que hay en su habitación y vuelve a suspirar. No sabe cómo se le dará la noche. Tiene miedo. ¿Podrá controlarse una vez más? Lleva mucho tiempo soportando aquella presión interior a la que está sometida un día tras otro. Pero debe ser fuerte. Sí, debe serlo
Achina los ojos y mira hacia la pantalla del PC; en ella observa una petición por parte de su amiga para iniciar una videoconferencia. Se acerca lentamente y acepta. Ante ella aparece una preciosa chica morena con el flequillo en
forma de cortinilla, cubriéndole la frente, que posa delante de la cámara de su ordenador. Sus ojos castaños, embelesados detrás de los cristales de sus lentes, se ilumina cuando la ve.
—¡Qué guapa! —exclama María mientras la contempla con una gran sonrisa.
—¿Te gusta el vestido?
—¡Es precioso! Te queda perfecto.
Ester da una vuelta sobre sí misma y sonríe. Su nuevo vestido blanco le encanta. Sus padres se lo regalaron hace dos días para celebrar su dieciséis cumpleaños. Aunque el esfuerzo que ha supuesto para ellos, se siente feliz de verse con él.
—Muchas gracias, Meri.
—Es que estás muy guapa —insiste—. Ya me gustaría a mí parecerme un poquito a ti.
La chica se ajusta las gafas de pasta de color azul y se pone colorada. En eso nunca estará al nivel de su amiga. Ella es tan bonita... Además, su personalidad y carisma la convierten en una persona muy especial. Ester sería la no­
via perfecta para cualquier tío y la nuera que toda madre querría tener. Sin embargo, no ha salido con ningún chico desde que la conoce. Y de eso ha pasado ya un año y pico. Recuerda como si fuera ayer el momento en que la vio por primera vez. Era el día inaugural de cuarto de la ESO. Ella misma fue la que la introdujo en el Club de los Incomprendidos.
—¡Pero si tú eres un bombón! ¡Preciosa! —exclama la joven del vestido blanco al tiempo que arruga la nariz.
A María le encanta cuando hace ese gesto. ¡Es adorable!
—Bueno.
—Que sí, que sí. ¡Mira qué guapa te has puesto, pelirroja!
—Aunque la mona se vista de seda...
—Venga, Meri, no digas tonterías y anímate. ¡Fuera las gafas y ve a por esas lentillas verdes que te quedan tan bien!
—Es que luego me pican los ojos.
—Un día es un día.
Un día es un día. ¿Será hoy ese día? Tendría que emborracharse para atreverse. Si no sería imposible que diera ese paso adelante. Pero nunca ha probado el alcohol. Ni ha tenido tentaciones de probarlo. Considera que beber es una auténtica tontería. Perder el control por no contenerse es una estupidez. Pero... ¿quién sabe? Un día es un día.
—Bueno, te haré caso.
Se aleja de la cámara del ordenador y regresa al tocador. Allí, se quita las gafas y las deja a un lado. A continuación, abre una pequeña cajita de la que saca una de las lentillas. Con habilidad, se la coloca en el ojo izquierdo. Luego repite el proceso con la del ojo derecho. Se mira en el espejo y se sonríe.
La mona sigue siendo mona. Con gafas o con lentillas. Es lo que hay. Arruga la nariz para imitar el gesto que hace su amiga al reír. No es lo mismo. Ester y ella son como el día y la noche. Resignada, regresa hasta el ordenador. La otra
chica se está peinando el flequillo delante de la webcam. Se pone de pie cuando la ve y exclama con gran euforia:
—¡Mírala, qué preciosa estás!
—No mientas o te crecerá la nariz.
—Yo nunca miento.
Aunque, en este caso, no dice la verdad. Si ellos supieran que no todo es como parece... Pero Ester también sabe guardar secretos.
—Bueno. ¿A qué hora hemos quedado?
—Dentro de cuarenta minutos en la puerta del metro de Sol.
—¿Volveremos muy tarde?
—Yo no. Mañana tengo partido —indica Ester mientras revisa en la pantalla del ordenador cómo le ha quedado el flequillo.
—Yo tampoco. Demasiado es que he conseguido que mi madre me deje salir. No le gusta que esté por ahí de noche. Le he dicho que celebramos tu cumpleaños.
—¡A ti sí que te crecerá la nariz!
Ella preferiría que le crecieran otras cosas. Apenas se ha desarrollado. Sigue pareciendo una cría. ¡Cuándo se enterará su cuerpo de que está en plena adolescencia!
—Es que si le digo que voy a una fiesta de universitarios... no cruzo ni la puerta.
—Te entiendo. Yo a mis padres les he dicho que voy a una fiesta, pero tampoco he especificado quiénes van a estar en ella. Aunque ya te digo que no puedo volver muy tarde, porque mañana jugamos contra las primeras y hay que descansar.
—¿A qué hora es el partido?
—A la una.
—Iré a verte.
—Gracias, qué maja eres.
—Espero que ganéis.
—Yo también.
Las dos se miran a través de la pantalla, en silencio. Ester está sonriente y muy ilusionada. Mañana volverá a verlo.
¡Él! Qué ganas... ¡Qué ganas! Sólo espera que esta vez su querido entrenador la ponga en el equipo titular.

1 comentario:

  1. diooooooooos tíaaa*-* Meee chifla, estoy super enganchadísisisima, quiero muchos muchos más capítulos princeeeesa(L)

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